
Uno de los mayores regalos que me está dando el blog es conocer a gente especial. Gaby es una de esas personas, comparte su visión de la vida desde su blog El futuró nunca existió con una mezcla preciosa de sencillez y sensiblidad. En este Guestpost nos trae un concepto muy interesante al que ha llamado Relaciones Intangibles.
Espero que te guste, a mi me ha encantado
Siempre me abrumó un poco la idea del compromiso. De hecho, nunca tuve novios o, más bien, sí los tuve pero nunca los llamé novios ni los introduje socialmente como tal, ni siquiera me permití demasiado fantesear con un futuro compartido. Yo siempre fui la de “no tenemos que ponerle nombre a esto” o “a quién le importa qué seamos” o incluso la de “no tengo que darte explicaciones, no somos nada”.
Pero luego sucedió la vida y conocí a alguien que me rompió todos los esquemas porque se aplicó al pie de la letra mi discurso de independencia. Será, como me dice Fran, que las personas con las que nos encontramos llegan para enseñarnos algo sobre aquello que nos falla o para mostrarnos que debemos curarnos lo que ya no nos funciona.
Miedo al compromiso
Lo que me asustaba a mí del vocabulario del compromiso es lo cerrado y predecible que parece frente a lo cambiante que es todo. Decir tengo novio implica dejar de ser otras cosas: soltera, para empezar. Implica empezar a tener en cuenta a alguien ajeno a nosotros mismos a la hora de tomar decisiones e implica (generalmente) dejar de estar disponible para otras personas. Tener pareja oficialmente conlleva renunciar al hecho oficial de no tenerla. Da miedo.
Lo interesante es que hasta ahora me había encontrado con personas que no le daban mucha relevancia a mis preferencias léxicas y hasta les hacía gracia mi temor a ciertas palabras. Después de todo, eso no cambiaba nada, éramos lo que éramos, nos queríamos, compartíamos y teníamos claro dónde queríamos estar. Bastaba.
Servía porque entre nosotros el asunto no era más que un juego de palabras y yo, para mí, no tenía que asumir estar renunciando a nada. Me balanceaba en algún punto intermedio entre compartir mi vida con alguien y no renunciar a mi unidad, o esa era la idea. Tal vez creía que podía tenerlo todo, pasármelo bien y permanecer inmutable.
Y así fue que mientras me lo pasaba bien y creía tener la situación bajo control, alguien me conquistó inesperadamente. No tenía mucho que ver conmigo, no nos parecían importantes las mismas cosas, no íbamos en la misma dirección y lo único que teníamos en común era el momento y el lugar. Será que el universo conspiraba para que yo aprendiera lo que vengo a contar aquí.
Relaciones intangibles
Parece que, como yo, hay mucha gente por ahí con miedo al compromiso. O gente que busca, pero no sabe lo que quiere. O gente que encuentra, pero no sabe lo que implica. Entonces, cuando nos preguntan “¿sales con alguien?” no sabemos muy bien qué contestar: “em, no, bueno, sí. Más o menos”.
– ¿Como que más o menos? —me decía mi madre.
– Pues eso, que estamos juntos, pero no sé. —le decía yo.
Ahora, casi enfadada por la incertidumbre, me pregunto cómo puede alguien no saber si está o no está con la persona con la que se acuesta cada noche, con la que se ducha, con la que desayuna cada mañana o incluso comparte un cepillo de dientes. ¡No hay nada más íntimo que un cepillo de dientes! Y aún así, no sabemos. No sabemos porque nadie se atreve a decir claro lo que quiere o a renunciar a todo lo que queda fuera de una relación de pareja o simplemente a arriesgarse a ver qué pasa.
Vivimos, pues, en la incertidumbre de tener algo sin nombre. Sin definición precisa. Nos preguntamos qué es demasiado, qué no es suficiente. Si nos exponemos en exceso, si está fuera de sitio hacer un regalo caro. Si el mes que viene es una certeza o es aventurarse de más. Si podemos hacer planes para el fin de semana o probamos a llamar el sábado por la mañana, a ver si cuentan con nosotros.
Estar sin estar parece ser la última tendencia en relaciones. Ser algo con alguien, pero no se sabe exactamente qué. Compartir un espacio de vida, pero con límites difusos. Tenemos relaciones casi todo el tiempo, con mucha gente, pero son relaciones intangibles, difíciles de definir, y volátiles, porque no sabemos realmente hasta dónde contar con ellas.
Vivimos en un no sé.
Lo que ahora sé sobre el compromiso
– ¿Pero qué quieres, qué esperas de mí? —me preguntaba él cuando yo le manifestaba mi decepción y el dolor que me producía esa incertidumbre.
Yo quería saber si podía contar con él con certeza, si podía estar a la altura de mis expectativas. Y él me decía que sí, que si me pasaba algo él iba a estar ahí. Pero ¿sería cuestión de esperar a que me pasara algo?
Obviamente no. Yo quería saber que él estaba ahí y que esperaba tanto de mí como yo de él, que quería estar conmigo tanto como yo con él. Sin embargo, siempre supe que él no era la persona con la que hacer planes de futuro. Por eso, esto me llevó a una nueva idea de compromiso que me daba menos miedo y me servía siempre.
El compromiso que yo le pedía era el de este momento. Pero no nos entendíamos.
– No quiero que te cases conmigo, quiero que estés mientras queramos estar juntos. —insistía yo.
Y seguíamos sin entendernos. Después de todo, ¿cómo se mide el compromiso? ¿Cómo se mide el grado de implicación? ¿Y qué se le exige a alguien cuando no se le ofrecen garantías más allá de este momento?
Así pues, a mis 26 aprendí a dejar de ser una renegada de las relaciones de pareja. Aprendí que comprometerse efectivamente da miedo, pero ni es mortal ni es un punto de no retorno. Además, contar con alguien es bonito y saber que alguien cuenta contigo te da valor, te hace útil, te convierte en una buena causa. También acepté que comprometerme me hace vulnerable, pero acaso, ¿el mero hecho de existir no nos hace vulnerables de la misma manera al comprometernos con la vida?
El compromiso no nos limita como personas, si acaso todo lo contrario. Contar con los demás nos convierte en un equipo. Los equipos tienen más probabilidades de éxito, los equipos son poderosos y llegan lejos porque juntan fuerzas, se unen por la misma causa y van en la misma dirección. Hacer equipo con alguien nos hace más grandes, nos lleva más lejos, tiene mucho potencial.
En resumen
Lo que esperamos de una relación no es que sea para toda la vida. Es que valga algo hoy. El compromiso no tiene que ver con ninguna obligación, sino con querer compartir un momento de vida con alguien a pesar de las renuncias, a pesar del precio. El compromiso es hacer a alguien más especial que al resto. Comprometerse es elegir por ahora.
Certezas hay pocas en la vida. Permanente no hay nada, pero si queremos prometernos este momento con alguien, paguemos el precio, comprometámonos y renunciemos a todo lo que se excluye. Si nos elegimos, disfrutémonos. Mientras dure. Pero all in.
—
¿Y tú? ¿Tienes miedo al compromiso? ¿Tienes o has tenido una relación intangible? ¿Vives en un no sé con ese alguien? Cuéntanos en los comentarios.
Sobre mí: Pienso y escribo sobre la aventura de vivir en El Futuro Nunca Existió que más que un blog es un proyecto de aprendizaje compartido. No sé muy bien a dónde voy, pero creo que lo averiguaré yendo. Si quieres, nos leemos en las redes y vamos viendo.
Hola chicos!
Enhorabuena, Gaby, por llegar a tan profundas reflexiones.
Mientras me sumergía en tus palabras, me imaginaba tu cara e intentaba hacerme una idea de cómo te sentías mientras perduraban esas idas y venidas, e intentabas poner algo de orden (aunque no sé si a veces es necesario) en todo ese torbellino emocional que estabas sintiendo.
Sé lo que son esos “no sé”, pero, desde hace algún tiempo ya, ahora no les reservo un lugar en mi vida. Y no porque los vea como algo negativo, todo lo contrario, también tienen su magia y su qué.
La única razón (que para mí es de peso) por la que rechazo un “no sé” al hablar de alguien es porque, si esa es la única respuesta posible al hablar de la relación que mantengo con una persona, sea del tipo que sea, quiere decir que no tengo nada claro qué es lo que me aporta.
Y ahora mismo no tener claro lo que me aporta algo o alguien en mi vida es una sensación de la que huyo despavoridamente.
Quizá no necesitemos etiquetar todo lo que experimentamos, pero creo, y alumbrarme con vuestras reflexiones si opináis que estoy equivocada, que es importante saber en dónde nos estamos metiendo, qué es lo que estamos haciendo y tener claro qué nos aporta la persona con la que lo compartimos. E insisto, sea lo que sea (quizá ni sea necesario definir qué es, pero al menos tener claro qué es lo que NO es).
En fin, podría seguir compartiendo reflexiones en la distancia y desde Barcelona durante horas y podríamos continuar aprendiendo sin sacar ninguna conclusión en claro.
Mientras tanto, démonos permiso para seguir disfrutando del aquí y ahora en cada momento, tengamos a un “no sé” al lado o siendo nosotros mismos ese “no sé” para alguien. Quizá valga más ser un “no sé” que el no ser nada, ¿no? Ahí lo dejo.
Un abrazo grande para los dos!
Ali, la que crece entre mochilas